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HONRA A TU MADRE.
HONRA A TU MADRE.
Quien honrare en la tierra a su padre y su madre,
Tendrá una vida larga, nos dice la Escritura,
Quien, en cambio, con penas su corazón taladre,
Acortará sus días y sabrá de amarguras...
Sucedió en Alemania, hace ya muchos años:
Una madre que, viuda, conoció de pobreza
Se ganaba el sustento lavando para extraños,
Teniendo sólo un niño, como toda riqueza...
Su pequeño retoño nació muy bien dotado;
Su clara inteligencia auguraba, sin duda,
Porvenir muy seguro para aquel ser amado
Y aliviaba las penas de la abnegada viuda.
Cursó con buenos logros la primera enseñanza.
Mereció distinciones y primeros lugares
Que valieron diplomas y una firme esperanza
De triunfar en la vida, superando avatares.
Trabajaba incansable aquella viuda pobre,
Lavando ropa ajena en frías madrugadas,
Sorbiendo con tristeza mil lágrimas salobres,
Para educar al niño, en noches desveladas.
Transcurrieron los años y el joven, ya graduado
Como el mejor alumno de aquella facultad,
Recibió en medicina la toga y doctorado
Y ejerció el magisterio en su Universidad.
Muy pronto adquirió fama de sabio profesor.
Pacientes de alta alcurnia buscaban a porfía
Al médico eminente, de gran reputación,
Ganando posiciones, dinero y plusvalía...
Su madre, ya ancianita, valerse no podía,
Pues sus largas vigilias y una avanzada artritis
Atrofiaron sus manos y amargaron sus días,
Que transcurrieron largos, muy penosos y tristes.
En vano, muchas cartas a su hijo escribía,
Contándole sus penas y pidiendo su ayuda.
El médico famoso, rumiando su valía
Repudió su linaje y abandonó a la viuda...
Fue tanta la miseria de la pobre ancianita
Que, con vergüenza ajena, se fue de puerta en puerta,
Alargando sus manos y ocultando sus cuitas.
Un día la encontraron, de frío y hambre muerta...
Rodean el quirófano, espectantes y atentos,
Cien jóvenes alumnos del sabio profesor.
Sobre la fría loza yace un cadáver yerto
Que servirá a la ciencia, en manos del doctor...
“Es tanta la maldad de este mundo egoísta
que, mientras hay personas que nadan en riquezas,
esta pobre ancianita que está aquí ante su vista,
ha muerto de hambre y frío por su extrema pobreza!”
Dice el docto maestro al comenzar su plática,
Y se acerca al quirófano para iniciar su clase,
Sin sospechar que oculta una historia muy trágica
La mortaja que, lúgubre, cubre el cuerpo que yace...
Levantando el sudario se muestra ante sus ojos
Un rostro que, dormido, contempla el infinito.
De pronto, descubriendo en los tristes despojos
El cuerpo de su madre, su voz se torna en grito...
“¡Es mi madre, es mi madre!...proclama sollozando.
¡Es mi madre, y yo he sido quien segó su existencia!...
Su vida yo he acabado con mi orgullo insensato!...
Y huyó de aquel recinto, con signos de demencia...
Y aquella mente egregia se sumió en las tinieblas
Y el médico, internado, murió en un manicomio
Cumpliéndose con ello la inexorable regla,
Proporcionando al mundo muy triste testimonio...
Quien honrare y amare a su padre y su madre,
Tendrá una vida larga”.Es palabra de Dios.
Quien, en cambio, con penas su corazón taladre,
Hará aciagos sus días y no obtendrá perdón...
Poema Original,.
P.RENATO ALVAREZ LIZAMA.
Misionero Redentorista.
Lo Miranda-15 de Agosto de 1982.
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